Con la publicación del Diccionario de Travesuras del idioma, de Juan Pedro Carcelén, tenemos la oportunidad de conocer de dónde provienen cientos de palabras que usamos cotidianamente y cuya historia pasamos por alto.
El diccionario presenta dos vocabularios: el primero de ellos, de epónimos, recoge cientos de palabras y locuciones derivadas de los nombres de determinadas personas, reales o ficticias. El lector sabrá desde hace mucho que maquiavélico proviene de Macchiavello; que magnolia fue el nombre con que se bautizó una flor en honor al botánico francés Pierre Magnol; que doberman es una raza de canes llamada así en alusión al criador Karl Dobermann. El segundo de los citados vocabularios es el de metonimias de marca: conoceremos que la aspirina procede de una marca registrada y gillette, la palabra con que designamos a las hojas de afeitar en general, es nombre registrado por Gillette; además de otras voces, tales como microchip o tecnopor, que tienen por origen sendas marcas de fábrica.
En ambos casos se encontrará nutrida dosis de peruanismos, y también de otros regionalismos. A continuación un breve diálogo con el autor.
- ¿Cómo fue el proceso de escribir este diccionario?
- Luego de dar forma, desarrollar, corregir y presentar un trabajo lexicográfico, podría decir que fue esta una tarea penosa y agotadora. Pero no pienso mentir de forma tan desvergonzada porque si hago memoria puedo ufanarme, por el contrario, de haber ejecutado o participado en un sinfín de quehaceres y actividades que no solo me han enriquecido sino también recreado. Y esta obra en particular, la que usted tiene ahora en sus manos, me ha divertido, me ha embobado como niño con juguete nuevo. Todo el proceso de descubrimiento de epónimos o de metonimias de marca, su verificación, la investigación de datos distintos de los idiomáticos, la búsqueda de las palabras precisas para introducirlas en cada entrada, la selección de citas de autores en idioma castellano para ilustrar su uso y la corrección personal de los textos han sido para mí un gran carnaval.
- ¿Este libro tiene una colaboración importante, en qué consistió la colaboración de Pilar del Avellanal?
- Bueno, en primer lugar, me regaló la idea de convertir en libro los escuálidos glosarios que me había empeñado en construir, los que esperaba publicar en alguna página de internet. Me explico: estaba yo engrosando el glosario de marcas registradas cuando pedí ayuda a los amigos del Foro Cervantes, interesándome en la terminología empleada en sus respectivos países. La que mostró mayor entusiasmo fue Pilar, quien, transcurrido un tiempo de apoyo permanente desde la lejana Cieneguilla, me sugirió que el resultado de este trabajo debía ser un libro, en el cual cada entrada estuviera expuesta con razonable amplitud después de vigorizar nuestros conocimientos en cada materia: historia, botánica, química, mitología, etc. La idea me pareció al comienzo exorbitante, pero no dejé de consultarla con la almohada, y el resultado es el que tiene usted en las manos. A esto debo añadir su incansable participación en la fiesta de hallazgos e investigaciones; y, por si fuera poco, su transformación en la crítica más acerba al momento de dar el pase a cada una de las entradas que contiene esta obra.
- ¿Cómo fue la búsqueda? Ya mencionó la ayuda de Pilar del Avellanal y lo de Foro Cervantes. Pero ¿y el proceso personal?
Nuestra búsqueda se centró, si es que no estuviera todavía claro, en encontrar palabras o expresiones de uso común, con mayor o menor difusión, que tengan la condición de epónimos; es decir, que provengan de un nombre propio de persona, con las características y condiciones que expongo en la sección correspondiente (primera parte); y en metonimias de marca, denominación que damos a aquellas otras que indican su origen en marcas de fábrica, nombres registrados y similares (segunda parte).
Quiero dejar establecido de modo expreso que el autor no recomienda, ni tampoco censura, el empleo de las voces recogidas en los dos glosarios que conforman la presente obra. Únicamente da cuenta de que entiende que tales usos existen entre los hablantes de nuestro idioma, afirmación que no quisiera ser cómplice de otras similares que se usan como pretexto de despropósitos varios. Se me podrá reclamar que muchos de tales vocablos son intrusos pues pertenecen a lenguas ajenas, en cuyo caso tendré que replicar que, aun así, el empleo más o menos frecuente de extranjerismos es una realidad de la que no podemos desentendernos. En la medida en que no aporten nada a nuestra capacidad de expresarnos y que reflejen simple afectación de quienes fingen cierto cosmopolitismo, perecerán ellos con el tiempo, por desuso, en la medida en que nuestro idioma, defendiéndose, nos ofrezca opciones más apropiadas.
Los dos glosarios que componen este libro se constriñen a los usos de los hablantes del idioma castellano, no necesariamente a los consignados en el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) ni a los que aparecen en otros diccionarios. Abarcan regionalismos diversos, entre ellos españolismos, la mayor parte de estos con partida de bautismo en el citado DRAE. En la medida de lo posible se han incorporado regionalismos de otros países hispanohablantes. En cuanto a las metonimias de marca, se debe agradecimiento a los integrantes del Foro Cervantes, quienes de manera desinteresada nos ilustraron sobre diversos usos en sus respectivas naciones.